lunes, 29 de marzo de 2010

Las cosas que me entristecen de esta ciudad...

Vuelen, vuelen alto… *
En memoria a Nijami y Richard
En recuerdo también de Luis Alberto, Jesús y Lisseth. Todos pacientes del hospital J.M. de los Ríos

Sin siquiera conocerme, me recibiste en tu habitación con cariño. Te sentías mal. Lo sé. Se te notaba en tu carita. Pero aún así, sonreíste. Me diste tu manita algo maltratadita de tantas pinchazos y me saludaste. No querías hablar mucho. Así que me tocó a mí romper el hielo. De entrada, tu mami me mostró la portada de la revista en la que habías salido. “Quedaste hermosa”, te dije. Y sonreíste con pena. Créeme, no te lo dije por cortesía. Pese a que ya no tenías cabello, tus ojos claros eran tan expresivos que te hacían ver siempre bella.
Ese día quisimos darte un regalo. La excusa era Navidad. Pero en realidad te lo merecías por tu valentía, por tu fortaleza de espíritu, por haber soportado una enfermedad que no es para niños. Ya nos habían dicho que te gustaban las barbies y exactamente eso fue lo que llevamos. Una muñeca, tan hermoso como tú. Sonreíste al recibirla y esa sonrisa lo pago todo.
Quisiste abrir el regalo sola, pero estabas tan débil que no tenías fuerza para romper el envoltorio. Pero no quisimos hacer un drama de ello y lanzamos un chiste para aligerar la situación. Muchas manos rompieron el empaque en un gesto de solidaridad y muchas almas se regocijaron al verte descubrir lo que había detrás del envoltorio.
No quisimos quedarnos mucho tiempo para no molestarte de más. Así que decidimos despedirnos para que pudieras descansar. Antes de salir, te pedí con pena que te tomarás una foto conmigo. Temí que fuera una imprudencia de mi parte, considerando el estado en que estabas. Pero lo hiciste complacida y me diste tu más bella sonrisa. Y mi corazón tomó la mejor fotografía.
Salimos y tres cuartos al fondo nos esperaba ansioso un pequeñin. Ya él estaba al tanto de lo que hacíamos allí. Es más, sabía tanto, que el Max Steel que le llevábamos ni siquiera fue una sorpresa. De allí que estaba ansioso. ¡¡¡Querías su Max Steel!! Por eso, llamaba a su mami a cada rato para saber qué tanto nos faltaba para llegar a su habitación. Hasta que finalmente entramos. Y allí estabas, tan menudito y frágil… pero, al mismo tiempo, feliz. Nos saludaste y con la misma nos diste un beso, que se sintió igual como si no hubieses tenido tapabocas.
Estabas tan contento que no tuvimos que ayudarte a desenvolver el regalo. Tú solito lo hiciste y no perdiste tiempo para ponerte a jugar. Le dijiste a tu mami cómo se llamaba tu personaje y te abstrajiste en tu mundo. Fuera de tus medicamentos, de las enfermeras, de los médicos, de las carencias del hospital y del cordón umbilical que nunca te llegó. Pero fuiste feliz… Y con eso nos enseñaste que ello es lo único que tiene valor en esta vida.
Ahora, sólo me queda decirles: "Vuelen, vuelen alto y, desde arriba, amparen a los chiquiticos que aquí siguen padeciendo una enfermedad"
Mirelis Morales Tovar
(*) Disculpen que me haya tomado la licencia de escribir este texto, pero la noticia me entristeció mucho.

2 comentarios:

  1. No sé qué decirte... Se me arrugó el corazón desde la primera línea. Lo más bonito fue que ustedes lograron hacerlos sonreír y abstraerse de ese entorno tan feo que viven a diario. Ya con eso, tienen el cielo ganado.

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  2. Un placer conocerte por acá. Precioso este post... Precioso de lo triste y duro. Pude visualizar todo lo que ibas contando... Definitivamente, las enfermedades son crueles.

    Hermoso retrato de una situación tan dura.

    Gracias.

    Te invito a mi espacio: http://www.losperrosdelpoder.blogspot.com

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