miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las cosa que inventamos en la ciudad...



Sé parte de una Ciudad Positiva
Emocionados es poco. Estamos felices de haber logrado realizar esta segunda edición del concurso de fotografía CIUDAD POSITIVA. Juro que en un momento pensé que no llegaríamos a feliz termino. Tuvimos muchas cartas sin respuestas. Patrocinantes que se cayeron a último momento. Exigencias imposibles de cumplir por falta de tiempo. Pero aquí estamos con una muestra de fotografías hermosa sobre el lado positivo de ser caraqueño que queremos enseñarle al mundo entero.
Son muchas las personas a las que tengo que agradecer, porque sin su apoyo no estaríamos celebrando el cierre de este ejercicio de ciudadanía. Empezando por Mariela Colmenares quien respondió a un correo titulado SOS y dio el impulso para arrancar con esta segunda edición. Al concejal Alejandro Vivas, quien desde hace años cree ciegamente en este proyecto. Al fotógrafo Roberto Mata, quien fue el primero en sumarse a esta iniciativa cuando le expliqué la idea en un "papelito" que le envíe en un salón de clases.
A Gustavo Abreu, un ser que no conozco personalmente pero que sin importar "ese pequeño detalle" atendió una petición que hice por Twitter y convenció a Gabriel de Chene para que se uniera al "dream team". A los amigos de Santa Teresa, que se entusiasmaron con esta iniciativa con el primero correo. Al equipo de Cultura Chacao, que nos han cedido su espacio durante dos años consecutivos.
Mención especial a Diana Chollett por poner todo su talento y creatividad para que las libretas quedarán simplemente hermosas. A Verónica Esparza por ayudarme con la cuenta @Ciudad_Positiva. A mi querida Andrea Pérez, quien se esmeró para hacernos una presentación espectacular para la gran noche. Así como a Yanka Martín, por programar la página para la votación del público. 
A la querida Arianna Arteaga Quintero, que se atrevió a aceptar la invitación para ser la presentadora de esta noche, pero que una fiebre dejó tumbada en cama. Y a Luisana Altamiranda, quien sin conocerme aceptó reemplazar a Arianna dos horas antes de iniciar el evento gracias a la petición de Patricias Rosas. Chicas, les debo una :D
Gracias a los participantes -sin ustedes no hubiese sido posible nada-, al jurado Iván González y Juan Carlos Solórzano, a los periodistas que se interesaron en darle difusión y a esta ciudad -malquerida- por ser inspiración.
GRACIAS TOTALES!


Mirelis Morales Tovar
@mi_mo_to

lunes, 28 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

Las cosas que descubro de esta ciudad...


Los fortines que oculta El Ávila
Alguna vez escuché de la existencia de unos fortines en El Ávila. Pero de allí a creer que quedaba algo de ellos, pues no. ¿Cómo? ¿Por lo menos, se verían de lejos? O se hablaría más de ellos. No sé. Lo cierto es que a veces olvidamos las dimensiones del Parque Nacional y otras desconocemos lo que esconde nuestro pulmón natural.
Por esas cosas del azar -o de Facebook, mejor dicho-  descubrí que existe un grupo que se llama Fundhea (Fundación Historia Ecoturismo y Ambiente) y que ellos conocen el secreto mejor guardado de El Ávila. Y aquí va lo mejor: el equipo no sólo sabe dónde están los fortines sino que se encarga de llevar a personas interesadas en descubrirlos.
Así que un sábado, acepté la invitación de Fundhea y me lancé -junto a Caque, mi compañero de aventuras citadinas- a ver que tanto de fábula o de realidad había en el cuento de los fortines. El madrugonazo es parte del viaje, pues hay que estar a las 8 de la mañana en La Pastora. Allí te encuentras con un grupo muy variopinto de personas, con quien te une la misma curiosidad. Es casi, casi un plan vacacional.


Te montas en un jeep y comienza el recorrido. Varias paradas se hacen a lo largo de la ruta, lo que abre el paréntesis para que Derbys López explique las anécdotas del lugar. A la hora de almuerzo, nos detuvimos en un sembradío, ubicado en la parte más alta de Maiquetía. Allí comimos junto a un montón de lechugas, zanahorias y remolacha, dentro de un extraño ambiente nublado pero cargado de humedad.
Salimos rumbo a los fortines. Bien!!! Tras un trecho caminando, se llega a El Fortín San Joaquín de la Cuchilla, cuya construcción data de 1770. De él sólo queda en pie las paredes exteriores y un aljibe que tiene un poco más de cinco metros de profundidad. Igual, da mucha emoción estar allí y descubrir ese espacio. Claro, qué chévere hubiese sido si lo hubiesen preservado más. Pero bueno… No se puede negar que lo que hay está bien mantenido, que los guardianes de ese espacio le ponen cariño y te cuentan detalles histórico del lugar con esmero.



Continuamos hacia el Fortín del Medio y el Castillo Negro, de los cuales no queda prácticamente nada. Uno que otro vestigio, para que te des una idea de que existió. Lo fascinante es la oportunidad que tienes de estar en un lugar único y disfrutar desde allí de un espectacular atardecer. El paseo es íncreíble, pero debo decir que la dedicación que le pone el equipo de Derbys hace que uno se sienta privilegiado de conocer este espacio de la ciudad. ¿Entonces, qué? ¿Se animan?

Para más información:


Mirelis Morales Tovar
@mi_mo_to
Fotos: cortesía de Fundhea 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Las cosas que descubro en esta ciudad...


Un paseo a Hoyo de la Puerta ¿Por qué no?
Muchas veces pase por allí. Pero confieso que nunca me detuve a verlo de cerca. Me refiero al Parque Vinicio Adames. Ese espacio verde que está en Hoyo de la Puerta, justo antes de tomar rumbo hacia la Autopista Regional del Centro. Sí, ese mismo que está pensando, el parque que tiene el molino en la entrada. Bueno... si a esas aspas desgastadas se le puede llamar así.
Lo cierto es que el fin de semana pasado quería hacer algo diferente y se me ocurrió ir a conocerlo. Total, qué podía perder. Por lo menos, no iría sola, pues mi esposo siempre se suma. La verdad, no le queda otra. La cuestión es que unos amigos se animaron y allí sí me angustie: ¿Y si el parque está hecho un desastre? ¿Si está desolado y lo que produce es miedo? Ay, Cristo, qué pena con esa gente. Bueno, nada, yo les advertí.
Pero cuál sería mi sorpresa que el Parque Vinicio Adames resultó ser un espacio verde de lo más acogedor. Está bien mantenido. Tiene su público. Sobre todo, muchas familias árabes (no sé por qué). Y, bueno, la gente hace sus parrillitas, su picnic, reposa en la grama. De lo más chévere, la verdad. 




Lo recorrimos. Conocimos el campo de béisbol, que estaba repleto de jugadores de softball. Y llegamos hasta un área de acampar, que estaba totalmente desolada. Tanto así que un vigilante subió a sugerirnos que no estuviéramos por esos lados, porque habían tenido problemas con los habitantes de un barrio cercano. ¡Gracias, a bajar se ha dicho! Justo en ese momento, nuestro amigo recordó que hace unos meses había ocurrido un atraco masivo en ese parque. ¡Caramba, a buena hora me entero! :S
¿Qué se hace en ese caso? ¿Irnos o quedarnos? Ya estábamos allí, qué más. Tampoco se puede satanizar a un espacio público por la actuación puntual de unos delincuentes. Si lo abandonamos, entonces le estaríamos dando carta blanca para seguir haciendo lo que se les dé la gana. Así que extendimos el mantel en la zona de picnic y nos quedamos disfrutando de ese especio verde, que abrió sus puertas en 1973 y que en 1976 se bautizó con el nombre del director del orfeón universitario que murió en el accidente aéreo.
Al salir, fuimos directo a comer la especialidad gastronómica de la zona: conejo. Y dónde más que en el restaurante Aurelia. Un lugar de lo más pintoresco, con mesones de madera donde los mesoneros le colocarán tres bandejas metálicas con papas, ensaladas y en conejo. Simple, pero demasiado sabroso. Así que lo que comenzó siendo un invento con aires un poco pesimistas, terminó siendo un gran paseo. 
Creo que a veces hay que darle chance a esta ciudad, aunque muchos nos digan lo contrario.

Mirelis Morales Tovar
@mi_mo_to 
Fotos: Adrián Torres Colombo