viernes, 9 de abril de 2010

Las cosas que tenemos que ver en esta ciudad...



La ciudad monocromática

Predominio del rojo borra lo heterogéneo que tiene en esencia el espacio público

Rojo en las luces de la avenida Bolívar. Rojo en el “tranvía” que sube hacia El Calvario. Rojo en los asientos del nuevo vagón del metro. Rojo en el logo de la Alcaldía de Libertador. Rojo en el ferrocarril de Los Valles del Tuy. Rojo en las franelas de los funcionarios públicos. Rojo en la bomba de gasolina. Rojo en los autobuses del Sitssa. Rojo en los funiculares del metrocable. Rojo usted, rojo yo, rojos todos...
Está claro que Caracas se uniformó. Se tornó una ciudad unicolor y ese hecho solo se puede interpretar –desde el punto de vista urbanístico y sociológico– como la polarización del espacio público. Así lo dio a entender María Isabel Peña, directora de la Escuela de Urbanismo de la UCV, quien aseguró que cuando se cae en eso –sea de un bando o de otro– los lugares de encuentro pierden su carácter democrático, plural y diverso que tienen por naturaleza.
Amalio Belmonte, sociólogo de la UCV, considera que, en ese sentido, la uniformidad cromática supone la exclusión de lo diverso. “Al teñirse lo urbano con carácter excluyente se pierde lo que es el espacio público por excelencia. Se vuelve un universo absoluto donde no hay cabida para el otro. El caraqueño siente entonces que le han quitado su espacio por una sola concepción. Siente que vive en una cárcel de coerción, donde se pierden valores positivos como pluralidad, diálogo y encuentro”, acotó.
A su juicio, la ciudad unicolor está generando distintos efectos. El rechazo es uno de ellos, pues el ciudadano se siente asfixiado, aplastado. “El ser humano no es homogéneo, por ello esa unificación lo interpreta como algo antidemocrático”. Pero Belmonte asegura que la preponderancia del rojo genera, por otra parte, cohesión entre quienes hacen esa política y ello se traduce para sus contrarios en temor, desmovilización e intimidación.



“Aquello de que ‘somos rojos rojitos’ genera en quienes profesan esa política un sentimiento de identidad, de unificación, de liderazgo. Esa cohesión a través del color provino de Mussolini y se acentuó con el fascismo alemán que utilizaba uniformes o propaganda para asfixiar lo diverso”.
Desde el punto vista publicitario, esa práctica del Gobierno de utilizar el mismo color para todo le está restando impacto a la comunicación individual. Es por ello que ya no importa si la información se refiere a Barrio Adentro, a la Misión Robinson o a Mercal, el mensaje se volvió único.
“La intención real no es que el receptor lea el mensaje, sino que se imponga la idea de que ‘Yo soy el dueño de todo’”, afirmó Eduardo Capuano, creativo publicitario. “Es una campaña exagerada para reflejar el control total. Frente a una mancha roja, ni aquella acotación de que ‘Venezuela es de todos’ logra agregar, sino separar”.


Mirelis Morales Tovar
Fotos: Venancio Alcázares



4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. “El ser humano no es homogéneo"
    Está pa' ponerlo de nick.
    1984 parte 2.
    Muy buen artículo, hay que volver a colorear esta ciudad.
    Caque

    ResponderEliminar
  3. Felicitaciones por tu blog!! Cada día tienes notas maravillosas!! Ya no me hallo si no leo una nota tuya! Eres parte de mi rutina! Gracias por compartir con nosotros tus pensamientos y sentimientos!!

    ResponderEliminar
  4. Es desesperante y deprimente sentir que lo que era "nuestro", ahora es sólo de un "él"... Que lo público (de todos), se volvió privado (de unos pocos).
    Que si quiero pasear por el centro, deba crear una estrategia: vestirme de rojo, y no por lo que me gusta ese color (que me encanta) sino porque eso me puede "ayudar a sobrevivir" en un momento determinado.
    Apoyo a Caque con su frase de "hay que volver a colorear esta ciudad".
    ¿Nos ponemos a pintar?

    ResponderEliminar