Las cosas que descubro en esta ciudad...

Caracas se vive dentro de El Calvario

La caraqueñidad se concentra allí. En ese monumento que llaman El Calvario. Y no me refiero sólo a las escalinatas, que a fin de cuentas es lo único visible. Sino a todo lo que hay detrás y que resulta un descubrimiento maravilloso de esta ciudad... Vivir El Calvario es reconocer que ese espacio se erige como un emblema, como un ícono de la Caracas de Guzmán Blanco que nunca muere y como un recuerdo de los buenos tiempos que nos negamos a olvidar. Allí se concentra toda nuestra esencia de caraqueño... El Palacio de Miraflores, el metro en su tramo superficial hacia Agua Salud, las Torres del Silencio, el 23 de Enero, el Observatorio Cajigal y el Museo Histórico Militar... Es Caracas al desnudo.
El espacio que otrora quedó sepultado por el miedo, ahora muestra una cara distinta. Sus espacios han sido recuperados y la ciudad lo agradece con creces. Desde la capilla de Nuestra Señora de Lourdes, pasando por la Plaza Bolívar, el Arco de la Federación, las escalinatas, la Plaza El Gazebo, la Plaza Agustín Cocodazzi. Hasta llegar a un salón de lectura y a un café que bautizaron con el nombre de Venezuela, el cual goza de una vista privilegiada de la ciudad.
Con esto no pretendo juzgar a quienes deciden evitar ir por miedo. Yo fui una, que por 30 años me negué a ir, pese a sentir que era una caraqueña incompleta. Pero hoy, luego de una grata visita, puedo garantizarles que el espacio está resguardado por la Guardia Nacional y por la Policía de Caracas. Pero lo más importantes es que los vecinos están acudiendo a visitarlo para espantar de El Calvario la soledad. Y mientras la gente sea quien se adueñe del espacio público con conciencia de conservación, no habrá manera de que vuelva a caer en desgracia.

Mirelis Morales Tovar

Fotos: Carlos "Caque" Armas