No me jodas El Parque
Es triste. Pero no hay día que vaya al Parque del Este y no salga deprimida. Es tan lamentable ver el estado en que se encuentra ese espacio público, que no se puede ser indiferente. Juro que me parte el alma ver a los animales encerrados en esas jaulas sin recibir el mayor cuidado. Dígame el águila arpia. Ya ni mira a sus visitantes. Los recibe dándoles la espalda.
Veo el lago y me preguntó quién se atreve a meter a sus hijos a pedalear en esas balsas. ¡Qué riesgo debe ser caer en esas aguas! Y la verdad, no debe ser muy difícil, porque esas embarcaciones de seguro tienen años sin hacerle mantenimiento. Veo los parques y temo por las rodillas de esos niños al no haber grama que los proteja ante alguna caída.
Paso por lo que otrora era la Nao Santamaría y sólo veo andamios oxidados. ¿De qué sirvió destruir la embarcación, cerrar el paso a los trotadores por meses, restar espacio al parque? ¿Dé que sirvió? No hay monumento a Francisco de Miranda. No hay museo. No hay nada. Sólo una muestra de negligencia, de odio al pasado, de daño al espacio público y de irrespeto al ciudadano.
Lo más triste es que aún así los caraqueños acuden al Parque del Este. Y cómo no. Lo hacen porque no hay otro espacio verde como éste para llevar a los niños o para entrenar. Son 82 hectáreas, 77 de las cuales se encuentran desarrolladas y que albergan sitios naturales, muestras botánicas, animales, espacios recreativos y deportivos. ¡Y pudiera ser tan bello!
Recuperar el Parque del Este –y me dejan de cuentos que si Parque Rómulo Betancourt o Francisco Miranda- es una labor de Inparques. Una obligación. Un deber. Una responsabilidad. Una necesidad imperiosa. El usuario de parque –y que conste que son bastante- debe exigirlo. Pero también debe comprometerse a cuidarlo. A no seguir dañándolo. Es un tema de corresponsabilidad. Basta... NO ME JODAS MÁS EL PARQUE (Y perdonen la palabra).
Veo el lago y me preguntó quién se atreve a meter a sus hijos a pedalear en esas balsas. ¡Qué riesgo debe ser caer en esas aguas! Y la verdad, no debe ser muy difícil, porque esas embarcaciones de seguro tienen años sin hacerle mantenimiento. Veo los parques y temo por las rodillas de esos niños al no haber grama que los proteja ante alguna caída.
Paso por lo que otrora era la Nao Santamaría y sólo veo andamios oxidados. ¿De qué sirvió destruir la embarcación, cerrar el paso a los trotadores por meses, restar espacio al parque? ¿Dé que sirvió? No hay monumento a Francisco de Miranda. No hay museo. No hay nada. Sólo una muestra de negligencia, de odio al pasado, de daño al espacio público y de irrespeto al ciudadano.
Lo más triste es que aún así los caraqueños acuden al Parque del Este. Y cómo no. Lo hacen porque no hay otro espacio verde como éste para llevar a los niños o para entrenar. Son 82 hectáreas, 77 de las cuales se encuentran desarrolladas y que albergan sitios naturales, muestras botánicas, animales, espacios recreativos y deportivos. ¡Y pudiera ser tan bello!
Recuperar el Parque del Este –y me dejan de cuentos que si Parque Rómulo Betancourt o Francisco Miranda- es una labor de Inparques. Una obligación. Un deber. Una responsabilidad. Una necesidad imperiosa. El usuario de parque –y que conste que son bastante- debe exigirlo. Pero también debe comprometerse a cuidarlo. A no seguir dañándolo. Es un tema de corresponsabilidad. Basta... NO ME JODAS MÁS EL PARQUE (Y perdonen la palabra).
Lee los lineamientos y normas del Parque del Este
Mirelis Morales Tovar
@mi_mo_to
Foto: Camisas InC
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